domingo, 6 de noviembre de 2016

"Deja que te cuente lo que para mi es la libertad: no tener miedo"

Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es. Eso. Eso fue Bolivia para mi.

No sé cómo  poner todo en palabras sin perderme en los detalles... y sin perderme algún detalle. 

Lo primero que sentí fue paz, perpetua. Justo después de sentirme diminuta en medio del Salar. Ahí volvió esa sensación de abandono que me acompañó por tantos años. El abandono que me despertaba asustada cuando vivía sola con mi mamá en Valledupar. Sola con mi mamá. Si, así me sentí siempre, sin importar la o el compañero. Sola con... xxx. 
Crecí con un hueco gigante en la panza que con los años fue mutando y tomando la forma de distintos miedos.
Miedo a la oscuridad y al silencio de la noche Vallenata, miedo de terremotos Bogotanos, miedo de robos, violencia, miedo que se convirtió en noches y días de llanto en el nn307, miedo que creí se iba a curar con el amor de pareja. Miedo, la base de muchas apresuradas decisiones.

Así que después de los 10 meses más maravillosos y complejos de mi vida, ahí en el medio del Salar, volví a ver a mi enemigo. Y me odié por eso. Odié creer que lo había superado y volverlo a encontrar en mi viaje soñado. Odié sentirme abandonada otra vez, cuando se supone que soy más fuerte que nunca.

Lo maravilloso y sorprendente es que volvió a pasar lo que no ha dejado de pasar en uno solo de estos días: las preguntas que sostienen mi universo volvieron a mover mi estructura de pensamiento. 

Al miedo no tenía que huirle, no iba a desaparecer por arte de magia. Tenía que mirarlo a la cara y darle la mano, llamarlo por su nombre y despedirlo sin resentimiento. Cerrar los ojos, respirar y descubrir, por milésima feliz vez, que nadie puede amarme como yo.

Eso me dio Uyuni. Libertad.
No fue mágico. De vez en cuando el miedo reaparece pero... ya no tengo miedo del miedo. Cuando lo siento vuelvo a ponerme la mano en el corazón y revivo mis tatuajes mentales.

Veo el cielo celeste tocando el piso blanco, escucho el silencio y luego muevo los pies para hacer que la sal crujiente le quite lo mudo a la escena. 

No olvido. Cierro los ojos y revivo.

lunes, 17 de octubre de 2016

Buenos Aires - Salta. 5:46 am. 8/10/2016

Mientras estoy esperando en la fila para hacer el check in, no puedo dejar de pensar en la cantidad de cosas que acumulamos. Cientos y cientos de maletas llenas de cientos y cientos de cosas que compramos... ¿para qué? ¿a dónde las llevamos?
Nos vemos tan incómodos, tan ridículos y a la vez tan frágiles... transportando la identidad en pedacitos de objetos que nos pegamos en el cuerpo.

Cuando me canso de mirar las cosas, porque me encandila una maleta de "Simones" llena de perros psicodélicos, me pongo a buscar en la fila rostros de viajeros "liberados".
¿Habrá alguien que piense como yo?
Pienso en lo ilógico que es buscar complicidad de ideas basándome en el tipo de maleta que llevan las personas. Mis prejuicios me dicen que los que llevan poco peso, pocos adornos, son "tan profundos como yo".
Me río de mi misma, de mi superioridad vana.

Y luego, luego me quedo pensando que tal vez busco miradas de complicidad porque viajar solo es eso, viajar con todos. Salir al mundo con el millón de desconocidos que voy a cruzarme en el camino.

Esa magia temporaria.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Sensación de 11:21pm. 6 años después.

"Quédense ahí ideas" -les dije mientras cortaba la cebolla a toda velocidad.
Es que en la vida de adulta soltera hay que hacerse cargo de la alimentación sino se quiere terminar el mes rodando.

La consecuencia, por supuesto, es que ahora tengo 3 ideas menos de las que había pensado...
Creo que esta entrada no pretende ser más que un recordatorio para mí yo del futuro, y como siempre, un a través del espejo para todo aquel o aquella que se sienta tan fuera de código como yo.

Supongo que al fin y al cabo sólo venía a decir, lejos de considerarme poseedora de "La Verdad", que... no se cree ni se ama lo que no se cuestiona, porque entonces no se cree de verdad, con libertad, sino que se cree porque no hay más opciones. Creo que el verdadero amor es eso, escoger.
Y cuando pasen los años, el contexto cambie y las experiencias nos cambien... dudar sin miedo y volver a escoger. Tal vez de eso se trata la fe honesta.


Empoderar es la palabra de estos días.
Increible lo que un par de zapatos amarillos puede hacerle al cerebro. "Guiño guiño"

El ejercicio de reescribirse.

sábado, 2 de julio de 2016

De la maldita lisiada y esas cosas que no sé por qué existen

Omar, María y Fernando, el equipo autoral de “María la del barrio”, se encuentran sentados alrededor de una mesa redonda que da hacia una ventana desde la cual se observa el Central Park. Planean la siguiente escena: https://www.youtube.com/watch?v=Rliyp6YPZK0

Omar
Es obvio que tiene que empezar con Soraya quejándose.

Fernando
¿pero con quién?, se supone que no tiene aliados.

Omar
¡pues con ella misma! ¡obvio!

Fernando
Pero eso es inverosímil.

Omar
¡qué inverosímil! 
Anota María –mientras le dicta y actúa exageradamente-
“tengo que calmarme, no me conviene ponerme así… ¡No me conviene!

María tipea rápidamente.

Fernando
Se supone que estamos creando para que las familias, completas, puedan sentirse identificadas...

Omar
¡Qué familia completa¡
Fernando, por favor. Estamos creando una obra maestra para esas damas, hermosas damas, que dedican su vida a servirnos. Para tu mamá, la mía, mi abuela, mi hermana, aquellas mujeres sacrificadas que trabajan diariamente para que tú, tu papá, mi hermano, yo y todos los demás hermanos latinoamericanos podamos salir al mundo y brillar.

Fernando
¿A brillar cómo? 
Como María, nuestra compañera, supongo.


María
¡Claro¡ 
por ejemplo yo creo que tal vez sería mejor que no hable sola sino que…

Omar
(Interrumpiéndola)
Claro María, claro. 
Tipea:
“Soraya respira agitadamente mientras sigue reflexionando en voz alta”

María
Pero…

Omar
Tipea María, tipea:
Se escucha una puerta abrirse, Fernando sale repentinamente. Soraya dice: “¡pero qué vergüenza! Tú con una pepenadora”

Fernando
Es excluyente eso, catalogar determinado oficio como un oficio poco honroso.

Omar
Por favor Fernando, alguien tiene que hacer esos oficios. Mencionarlo es simplemente lograr que el espectador se conecte, se identifique. Todo tipo de espectador...  Con Soraya y Fernando, (tu tocayo -guiño, guiño-), ya tenemos cubierta a la elite. Ahora mencionamos un oficio “bajo”, por decirlo así, sólo para lograr identificación de todas las masas. Fernando por favor, el audiovisual es mucho más que eso que decimos literal, Fernando.

María
Claro, por ejemplo yo creo que…

Omar
(interrumpiéndola)
Tipea María, Tipea, se me van las ideas.
Fernando dice: “no es lo que estas pensando”

Fernando
Bueno pero entonces yo creo que Soraya tiene que empezar a gritar para que parezca bien real, como debe ser allá en México, o en Colombia.

Omar
O en Perú, o en Bolivia

Fernando
¡O en Honduras, o en Salvador!

Omar
¡O en Costa Rica! Es todo lo mismo. ¡Ahora estás entendiendo, Fernando!

Fernando
¡Que grite! Que grite, que grite para que todos entiendan que la única forma de vivir en pareja es gritando, es haciendo escándalos. Qué grite para que se establezca el imaginario colectivo, el absurdo que hace que todos crean que amor sin drama no es amor.

Omar, Fernando y María
(al unísono)
¡Que grite!

Omar
Tú no, María. Tú tipea nada más.

FUNDIDO A NEGRO

Aparece un texto que dice: En un cerebro chiquito crecen nuestros modelos errados.



FIN

miércoles, 29 de junio de 2016

Las egocéntricas aventuras de Juana María

Juana María (53) camina con la frente en alto, cree que esconde la verdad sobre la vida por lo que mira a todos los que la rodean con esa superioridad moral que le da esa verdad, su verdad. Se viste con faldas largas y camisas sin escotes, como toda una dama, tiene el pelo perfectamente hidratado y organizado sobre la cabeza y si se le despeina algún rulo, en seguida acude a la planchita para domesticarlo... Como todo en su vida... Todo perfectamente domesticado, alineado, contenido, organizado, previsto y controlado.

Le encanta saludar a todos los vecinos de la cuadra con una amabilidad empalagosa pero si se queda a escuchar las historias, la realidad cruda e impredecible que es la vida humana, se altera, se impresiona. Escucha todo el tiempo desde el prejuicio, desde la necesidad de corrección, de contención hacia el descarrío de la vida del otro.

Se la ve actuar con sus vecinos creyentes con preguntas tales como: ¿no te vi el domingo en la iglesia? ¿qué tal estuvo la enseñanza?
Nunca una pregunta sincera, simplemente al acecho de una respuesta que le permita situar, en su termómetro de perfección, la vida de aquel vecino creyente. Si en las respuestas los vecinos reproducen fragmentos exactos del sermón dominical o si le hablan en detalle de la ropa que tenía puesta el predicador, se da por bien servida. Comprueba la asistencia de la persona a la reunión y con eso se asegura de que el nivel espiritual del otro está donde corresponde.

Cuando convive con vecinos inconversos o mundanos, está notoriamente más a la defensiva, pero en realidad la actitud es siempre la misma: La superioridad moral le permite evaluar, segmentar, etiquetar y calificar a todo cuanto le pase por el frente. Esta vez se la ve interactuar no tanto con preguntas sino con onomatopeyas y juicios de valor repartidos a diestra y siniestra: qué barbaridad… resultado de la vida sin el señor. Una lástima. ¡Y bueno, es el resultado!.
 Siempre un dejo de condena, de crítica, de sobradés.

Y luego, Juana María sigue caminando como si nada, o más bien como si todo. Orgullosa de su aporte al mundo, de la iluminación que cree repartir cada vez que abre la boca, pero detrás de ella el señor del diario, la mujer del puesto de flores, el farmacéutico, la adolescente precoz, el joven artista, el médico exitoso y el taxista, prefieren no haberla saludado, siguen pensando lo mismo del ser espiritual que ella pregona conocer, siguen prefiriendo llevar un camino paralelo que ni por error se toque con el dios que domestica cabellos y programa robots insensibles que se impresionan con las historias de la vida real.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Secretos de Agosto del 2008



Cada vez que estoy con mi abuela, cada vez que estoy con un anciano, pero especialmente con ella…

Tiemblan mis huesos cuando pienso en los años acumulados, las memorias, la experiencia, los olores, los pesares, los anhelos cumplidos, las risas, las tristezas y los sueños no cumplidos. Con todo eso encima, siguen ahí, de pie, sin afán.
Se eriza mi piel cuando los veo desacelerar el ritmo, no porque el cuerpo los obligue sino porque saben con certeza que el tiempo lo cura todo, lo puede todo.
Tiemblan mis huesos cuando los veo firmes, sin resentimientos, cuando el sueño no alcanzado no rompió su corazón, cuando a pesar de las heridas, porque la vida es un paquete con heridas, deciden sonreír.

Cuando devolver amor es su elección.

Especialmente me hace temblar ella. Porque no hay ninguna marca en su alma que disminuya la fuerza de su amor, porque no importa si el día se nubla su sonrisa calma es todo lo que queda, porque no importan las arrugas, sus manos siguen acariciando con la misma delicadeza. No hay amor más firme, más fuerte, que el de mi abuela. Amor que entrelaza diferencias, por ella todos somos uno, por ella, vidas disparejas se aparejan.

Un hogar no es un lugar, es una persona. Mi hogar se llama Carmen Ariza de Rovira. No hay personaje en el mundo que me inspire más que tú, eres mi realismo mágico personalizado: en ti se esconden todos mis relatos.

El día en que te vayas la muerte no dará miedo.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Hoy en mis conversaciones con un ser desprovisto de razón: de la religión y otros placebos.


Estaba sentada en la plaza y pasa una señora argentina, cheta*, por supuesto, con su pequeña French Poodle. La perrita tiene puesta una correa rosada con puntitos violeta, el pelo cortado todo parejo excepto en las patas, donde el peluquero, cheto, por supuesto, “voló”, creó, así que esta perrita, cheta, por supuesto, viste pantalones Oxford*1 a la perfección (ella ni se entera, claro está, pero la dueña camina orgullosa). 
El caso, la perrita se me acerca y empieza a restregarme su pequeño cuerpo contra la ropa, negra, así que termino llena de pelitos crespos blancos en menos de 30 segundos. La mujer me mira con su mejor sonrisa mientras empieza una “hermosa” conversación con su ser desprovisto de razón:

-Vení Pancha que estás molestando a la señora-

(Décimo cinco mil punto negativo: ¡me dijo señora!).

-Vení Panchita, sin vergüenza que sos. Vení para acá. ¿Viste?, hace así todas las mañanas. Se acerca a la cama y empieza grrrr (tendrían que ver el performance de la mujer imitando el gruñido del ser peludo), grrr y grrr y no se calla hasta que le hago mimos. Sin vergüenza que sos, Pancha, vení.

Ya no sé si le habla a la perra o me habla a mi ¿o le habla a la perra de mi?*2

Le sonrío por cordialidad y, continuando con el protocolo, le hago mimos a la cosa peluda pero en realidad no paro de pensar a donde irá la inesperada conversación. Es que… ¿han visto que la gente aprovecha las salidas caninas para generar vínculos? Los irracionales se saludan, menean la cola, corto o largo el movimiento (dependiendo de que tanto consideró la raza que debía ser cortada), luego se huelen el ano. Si. El ano. Se huelen el ano. Después, o al mismo tiempo, se erizan y luego, dependiendo de las energías, empieza el juego o se pudre todo. Mientras tanto los dueños, dependiendo de las energías también, miran al piso y murmuran cosas sueltas como: “buenos días”, “qué juguetones que son”, “se la lleva bien con todos los perros”, “vamos apurados”, “a veces se pelean, ¿viste?, y la mejor de todas: “¡y bueee…!”*3.
En otras ocasiones, cuando los actores son menos tímidos, la olida de anos puede derivar en interesantes conversaciones y hasta en futuras citas con diálogos como: “¿vos venís todos los días a esta hora?”, “es que le cuesta relacionarse, así que está bueno encontrar otros “bichis” (porque es cheta, por supuesto), con quienes se la lleve lindo”.

Me fui (porque me tengo que ir: es un monólogo). Tengo que tocar varios temas volviendo siempre al asunto central… como la mente humana (que se note que estoy pensando. Guiño, guiño).

La mujer me mira y dice:

-Es que los animalitos son la mejor ocurrencia de Dios. A mi Panchita me salvó.

Y justo cuando logro interesarme en sus ideas, aparece detrás de nosotras una mujer más vieja caminando con su perro tuerto al ritmo parsimonioso de un bastón.

-¡Elvirita!
-¿Qué hacés, querida?

Se van las chetas y yo me quedo pensando en Dios… o en todas las extrañas personas que le atribuyen propiedades curativas a seres irracionales, algunos hasta a elementos inanimados. Me quedo pensando en todos los seres solitarios que inundan las calles generando ternura a punta de sus conversaciones sin sentido con animales que los miran sin entender nada. En todos los fragmentos de imágenes que tengo de humanos hablándoles a sus perros al tiempo que ellos, como si nada, les dan la espalda y mean el poste.

Me quedo pensando en toda la energía que gastamos atribuyéndole significación a rituales, a categorizaciones que homogenizan y nos quitan el sello, el brillo. Me quedo pensando en lo absurdo de las etiquetas, de los códigos, de la asistencia observada como un patrón único, suelto. Me quedo pensando en la pregunta que me hicieron hace tres días: “¿cuántas veces a la semana vas a la iglesia?”. La categorización. El color gris de la religión. Como si el número de reuniones a las que asistes determinara un nivel de buena conducta, como si la estadía en un asiento y la pantalla de escuchar un sermón, significara una conciencia profunda. Como si el estado del ser pudiera medirse con patrones estadísticos aislados.

Como si todas las canciones que dicen “Dios” fueran espirituales*4

Odio las respuestas correctas, la asertividad hipócrita, la manipulación que se esconde debajo. La risa fingida. Como cuando se ríen del "chiste” de tres empanadas, no hay nada chistoso en la profundidad de la comedia negra, odio la combinación de palmitos y salsa golf, aprenderme los nombres de los actores de la farándula argentina para poder encajar en las conversaciones. Los chistes repetidos, ¡si!, como me saca de quicio el chiste de “te agarraron a tiros” cuando me pongo una camisa con rotos.

Odio este millón de cosas que superficialmente parecen correctas, que parecen gustarle a todos menos a mi. Y con más fuerza odio la religión. Pero no con ese odio resentido que se queda cruzado de brazos mientras se sienta a criticar, sino con la fuerza que me motiva a decir: Yo creo en Dios. Absolutamente creo en Dios. Y Dios no se parece en NADA a la pantalla que nos venden, a los requisitos que nos quieren hacer cumplir.

También creo en la mística inmaterial que hay detrás del contacto con los animales. Era mentira y me da risa, porque yo soy miembro perfecto de ese grupo de enfermos que aman a los animales y se la pasan todo el día hablándoles como si entendieran. ¡¡¡Las veces que Simón se pone a mear postes mientras yo reflexiono!!!



*cheta: gomela (en colombiano)
*1. Pantalón Bota campana (en colombiano)
*2. Esto es un chiste.
*3. Léase en argentino
*4 Para ti, Lisseta.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Autotexto

La primera vez que la vi pensé que tenía los ojos cerrados. Permanecía inmóvil con las piernas cruzadas y “El amor en los tiempos del cólera” sobre ellas. Tan
grandes eran sus pestañas y párpados, que pensé que estaba dormida. Luego levantó la vista, me vio y supe que esa mirada iba a contarme mucho más que su boca al hablar.
Le pregunté por el libro y me dijo que era de esos tan
bellos que nunca había terminado, como si al no leerlo
pudiera detener el final, no del relato, sino del libro.
Supe que amaba las letras, las palabras escritas en si
mismas; después descubrí que en realidad lo que amaba era
el significado de “en si mismo”. Los textos, las
imágenes, los planos, diciendo en su forma, lo que
quieren decir, lo que necesitan decir. Tal vez por eso
sus ojos, al cerrarse y abrirse, al brillar con el sol,
ya lo expresaban todo.
Lo siguiente que dijo fue lo difícil pero apasionante que
era escoger las palabras, lograr que una detrás de la

otra signifiquen mucho más que el conjunto completo, por
eso tenía que irse. Por eso dejé de verla, subió al tren
como lo hace ahora todas las tardes, subió buscando
completar la forma de su necesidad de expresar, todo
aquello que al mirar sus ojos queda claro pero al leer

sus letras sigue difuso.

miércoles, 27 de abril de 2016

doce -DULCE- y trinta e um


Jamundí es un oso marinero que come helado cuando llueve.
Vive en un barco de papel que viaja en un oceano -sin tilde- de madera.
Jamundí tiene veintiocho primaveras, en las primeras dieciocho soñó por vez tercera -con redundancia divergente, pa’que se note que es inteligente- pero no hizo miel, arequipe ni nutella, sólo se pasó la noche en vela.
Diez nuevos  cambios de hojas le otorgaron y Jamundí pensó: ciego me había quedado
Ciento –y siento- cuarenta y cuatro pecas le pegaron,
así que cambió el barco,
compró una tilde, océano de agua,
en la o, en la e, puso la playlist al revés
y en un jarrón de tulipanes planeó fazer –en portugués- un nuevo viaje.
Punto.
Y –remplazando la coma- coma,
se nota que lo escribió un humano, Jamundí.

miércoles, 20 de abril de 2016

triangular

Dormía con el pullover negro puesto, respiraba
armónicamente, de vez en cuando abría los ojos,
bostezaba, hacía soniditos caprichosos, estiraba el
cuerpo.
Ella lo miraba y le susurraba al oído pedacitos de amor.
Las orejas se le movían fastidiado.
Ella lo miraba y le daba besos en los ojos.
El bostezaba.

La puerta de la habitación contigua se abre bruscamente, se escucha una voz.

-¿Podes dejar en paz al perro y venir a dormirte?

miércoles, 13 de abril de 2016

¿Se puede no susurrar los secretos?

¿Y si se escapan las letras por un hueco que no lleva a nada?
¿Y si se van bailando por un orificio sin profundidad?
¿un hueco enorme que termina con una pared de ayer?
Corren esbeltas, gordas, redondas, semidifusas, siempre confusas.
Cuelgan sus brazos en el escenario dejando la cabeza donde van los pies,
protagonizan ese programa de televisión
y la gravedad hace que parezca caer.
falta una coma
,
porque la cámara está puesta siempre al revés
para que empiece esa llovizna con recortes de papel.

Suena forzada, como si intentara,
pero la melodía se escapa
y se desafina la canción de fondo.

Voy en contratiempo verde sin mente de color rebelde,
letra que encanta aunque mejor se calla.
¿Se puede no susurrar los secretos?
Por supuesto impreciso
-para no perder la naturaleza-:
que es el preciso sinónimo de abstracto que necesito.
Goodbye soliloquio mental, not entirely nice to meet you.

-Hannah Hoch