domingo, 6 de febrero de 2011

extrañar arde pero sana

Es la primera vez que dejo el nombre de la entrada para el final, y es que esta vez me costó exactamente 37 días volver a escribir... Escoger el tema del nuevo blog es por lo general algo que no hago, simplemente el momento de la catarsis aparece, como cuando se riega la leche en la estufa, la cosa hierve y hierve hasta que el reguero queda hecho. Esta vez es como si tuviera muchas ollas chocolateras a fuego lento y necesitara escoger a cual debo subirle el fuego, pero... son tantas.  Por eso hoy, a las 9:41pm decido subirle la llama a una olla que he cocinado por varios años: I hate to miss people.

El asunto de despedirse no me molesta tanto como el asunto de extrañar.

Y bueno, definitivamente estos días han sido una dicotomía de emociones (como diría mi próxima sujeta a extrañar), todo el tema de la despedida: la recopilación y selección de recuerdos... Is time to move me dijo el puño bíblico del día, así que sí, se siente bien el hecho de cerrar el ciclo, pero por otro lado está el asunto de haber vivido 6 meses en estas paredes, de haber aprendido, con certeza, tanto como se puede aprender al decidir vivir solo... Y es que a los humanos, cuando aprendemos, nos cuesta dejar ir al maestro. Pero hoy entendí que el maestro nunca me deja y que yo puedo ESCOGER nunca dejar al maestro, pero siempre tengo que estar dispuesta a la innovación en sus métodos. En fin... me estoy pasando pa otro fogón.

Yo recuerdo extrañar desde que tenía más o menos 10 años cuando aprendí por medio de una canción de Laura Pausini, que el Marcos del momento (uno de mis hermanos) "se había marchado para no volver": no me había dado cuenta de que él vivía, en ese entonces, en una ciudad diferente de la mía, una vida diferente de la mía. Luego y de una forma muy distinta, extrañé a mi papá. Luego, un 20 de Enero, si mal no recuerdo, extrañé a mi otro hermano y creo que ese día descubrí la repulsión natural por este asunto. Él se fue el 19 y yo, como raro, no lo sentí en el momento, pero en la mañana del 20 desperté con la grabación de una de sus canciones, como cuando la música se mete entre el despertar y el sueño, así que en medio de esa extraña y agradable sensación empezó lo detestable, una película de recuerdos que ARDEN.
Hasta que por fin desperté.
Luego extrañé a mi mamá cuando me despedí para irme a estudiar. Luego he extrañado abuelos, una amiga, otra vez a mis hermanos, más amigos, también sentí dos veces la extrañes irremediable: la de la muerte, y después de eso volví a extrañar a mi papá, a uno de mis hermanos otra vez (esa me pasa con regularidad), a la primera ilusión de amor, a unos cuantos amigos, a mi mamá. Y... y...  resulta que todavía no extraño, pero sé que en un par de días voy a extrañar a mi mejor amiga y unos cuantos personajes más.

Pero.

Pero resulta que aunque es real que detesto la cosa, aunque es real que me molesta exponerme conscientemente a la situación o mucho más, encontrarme sorprendida con tener que dejar ir... En todo este tiempo he entendido que cuando se extraña, se cuida con el pensamiento, se ama.
De repente pienso en que cuando alguien se raspa le ponen alcohol, y arde... pero sana. Pienso en que extrañar de verdad arde, pero también pienso que cuando extrañamos valoramos, planificamos, reparamos (o pensamos cómo hacerlo), soltamos, reímos solos, hablamos (o escribimos) sobre el asunto y lo mas importante: dependemos del que siempre permanece.

Creo que la olla todavía no hierve, pero ahí va. Por ahora parece que encontré titulo, me voy convenciendo en el camino...: extrañar arde... pero sana.