Dormía con el pullover negro puesto, respiraba
armónicamente, de vez en cuando abría los ojos,
bostezaba, hacía soniditos caprichosos, estiraba el
cuerpo.
Ella lo miraba y le susurraba al oído pedacitos de amor.
Las orejas se le movían fastidiado.
Ella lo miraba y le daba besos en los ojos.
El bostezaba.
La puerta de la habitación contigua se abre bruscamente, se
escucha una voz.
-¿Podes dejar en paz al perro y venir a dormirte?
No hay comentarios:
Publicar un comentario